Estamos en Japón. En Osaka. Hemos llegado a las 11 y media más o menos, hora de aquí, que son creo 6 o 7 más que en Espana. Antes de salir del aeropuerto, nos han hecho un questinario exhaustivo a todos los pasajeros extranjeros en la sala de Cuarentena (Quaraantine aerea, como en una peli apocalíptica de desastres bioquímicos), con escaneado del pasaporte, de las huellas dactilares y foto incluidas. Y preguntas del estilo de: ¿Llevas drogas o armas o bazocas? ¿Te han deportado alguna vez anteriormente de Japón? Hemos respondido a todo que no y nos han dejado pasar. Aunque no escondas nada, este tipo de controles siempre inquietan un poco...
Máquina de bebidas en el aeropuerto de Osaka
Bocadillo de ternera con cebolla y mostaza y un cholocate frío. Cruzamos el mar desde el aeropuerto de Kansai hacia el contiente con el recién estrenado JR Railway Pass que no va a permitir movernos por el territorio hasta el dia 17. Despues de darnos el Pase del tren sellado con esos enormes sellos de goma antiguos a los que puedes cambiarles los numeros con una ruedecita, el chico del mostrador se levanta y nos hace una reverencia dándonos las gracias antes de pedir que pase el siguiente... Esto es educacion y lo demas son tonterías...
Metro caótico, pero no más que en otros países, por suerte, los nombres de las estaciones y de las lineas están en inglés, así que nos las arreglamos bastante bien.
Al salir del metro, eso ya es otra cosa... El inglés ha desaparecido y los nombres de las calles también, arriba es como abajo y la derecha no se diferecia en nada a la izquierda. Seguimos una dirección por intuición y un poco guiados por lo que nos han dicho en el mostrador de información del aeropuerto. Pero la intuición dura poco y decidimos preguntar a una señora que cruza el semáforo hacia nosotros. No habla inglés y no sabe donde esta el hotel, por lo que parece, pero ella se queda pensativa y mira nuestro mapa y a los dos lados de la calle y murmura en japonés que no entendemos y nos mira fijamente y vuelve a mirar el mapa. Un hombre con una toalla en la cabeza debajo de una gorra de pescador para su bicicleta a nuestro lado y le pregunta a la mujer si necesita algo. Sin bajarse de la bici, hablan intensamente los dos, en japones, claro, no entendemos nada, claro, miran a lado y lado de la calle y agitan los brazos. Se para otra mujer que a su vez va a buscar a un operario vestido con un mono azul. Nadie habla inglés pero todos lo intentan. El hombre de la toalla y la bicicleta va calle arriba para ver si es por allí, el operario va a su camioneta y saca un mapa escrito todo en japonés y me lo enseña como si yo tubiera que verlo mucho más claro en ese mapa que parece un sudoku encriptado. Raquel y yo nos miramos y con algunos gestos afirmativos y varios arigatos les damos las gracias y caminamos en la dirección que nos ha parecido entender. El operario y una de las mujeres siguen hablando sobre ello después de que nos hayamos ido. Entramos por una calle lateral donde creemos que podría encontrarse el hotel, pero no lo vemos por ningun lado. De repente, alguien nos llama desde el principio de la calle. Veo que una mujer de mediana edad y elegantemente vestida a la que no habiamos visto antes se dirige hacia Raquel señalándole en dirección contraria hacia donde estamos caminando. No habla inglés, pero entendemos dos palabras "Grande Umeda". Asentimos. La mujer se gira y empieza a caminar. La seguimos. En la siguiente esquina, a unos pocos metros, nos señala la puerta del hotel sin dejar de caminar. Creo que sonríe y se aleja. Estamos en el hotel.
Es un hotel estilo occidental, el único que hemos reservado de estas característas en este viaje. El resto son todos riokan y algún templo budista, pero para el primer día preferimos poder darnos una ducha al estilo tradicional nuestro, que además nos viene haciendo falta.
La habitación es un poco sórdida, con ventanas que dan a un callejón lleno de cables y con el balcón de la casa de enfrente a dos metros. Nos encanta. Tiene hilo musical con música de ascensor japonesa y televisión con beísbol y porno lésbico de pago entre japonesas.
Calle de camino al Osaka-jo
Salimos hacia el castillo de Osaka, por dar una vuelta y ver algo, pero nos perdemos de nuevo y cuando conseguimos llegar está cerrado, pero cerrado durante todo el mes por los festivales de verano.
Jardines de Osaka-jo, castillo de Osaka
Por suerte nuestra caminata se ve recompensada al encontranos, en los jardines del castillo, el gimnasio municipal de Osaka donde estan practicando Kendo, ataviados con el traje típico, la máscara de rejilla y la espada de bambú. Los gritos de los espadachines, si es que se les llama así, se oyen mucho antes de entrar en el edificio. Nos quedamos embobados mirando las embestidas de los alumnos contra el maestro que se deja golpear de vez en cuando, las reverencias y las bromas entre los alumnos que parecen todos tener el ceno fruncido debajo de la máscara. Entre los nudos que les atan la mascara a la cabeza, se puede entrever un panuelo blanco que les cubre la cabeza, cada uno con dibujos hechos a linea negra, imaginamos que por ellos mismos.
Alumnos de Kendo en un gimnasio municipal de Osaka
Cuando salimos del gimnasio ya es de noche.
Parada de metro Marinomiya, cerca de Osaka-jo
Bajamos a Dotombori, el barrio más animado y de ocio nocturno de Osaka lleno de pequeños restaurantes y locales eróticos con chicos y chicas en la puerta que alientan a los hombres trajeados a entrar. A nosotros no nos hacen ni caso, bueno si, nos miran como si fueramos bichos raros, como todo el que se cruza en nuestro camino. No nos habiamos sentido tan observados nunca antes, sobretodo por los niños, que nos miran y se ríen. Es gracioso.
Vemos a dos chicas vestidas de conejitas playboy en la puerta de un local. Después de pasear un rato, decidimos entrar en un pequeño restaurante de fideos y brochetas a la plancha cerca de Hozen-ji Yokocho, una callejuela llena de restaurantes y bares tradicionales. No hacen la mejor comida que hemos probado, pero es bonito, lleno de carteles con fotos de comida y mesas de madera. Solo hay japoneses y eso es buena señal. Sólo hablan japonés y todo está escrito en japonés, pero conseguimos pedir unos fideos, una ensalada de verduras y unas bolitas de pollo. Cerveza fresquita y agua.
Puente de Ebisu-bashi en Dotombori
Raquel se cae de sueño, no hemos parado desde que hemos llegado. Volvemos en metro al hotel, hay más gente ahora que esta tarde. [sigue - Osaka]
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